sábado, 6 de febrero de 2016

Hasta que comenzó el viaje!

                
Ni se imaginan la ansiedad que tuve los días previos a la partida. Dolor de cabeza y estómago de sólo nervios y todo por esa maldita manía que tengo de autoimponerme fechas u horarios.
Ya no tenía responsabilidad con nadie, así que, que importaba si la fecha de salida se retrasaba algunos días? Dejé que todo pasara a su ritmo, y el 6 de diciembre ya estuve listo para partir. Luego de casi un año de una laaaaarga espera, muchos cambios en mi forma de ver las cosas y una ansiedad terrible, el día para partir había llegado.

Se imaginarán lo que uno…. Baaaah… No se si se puedan imaginar. Esa sensación de que ya no volverás a un lugar, o de que no verás en mucho tiempo a alguien. Es bien complicado de explicar. Y en ese momento dejé de pensar tanto y me limité a sentir. Sentir esos abrazos que te hacen saber lo que las palabras no son capaces de expresar, sentir las últimas miradas, disfrutar de los nervios y de la incertidumbre de no saber siquiera donde dormirás ese día y un largo etcétera de sensaciones más.

Valparaíso me despedía con una maravillosa subida de unos 10 km. Justo cuando lo único que quería era avanzar y avanzar lo más rápido posible!! Esos kilómetros fueron vitales para bajar las revoluciones y empezar a disfrutar donde estaba, pues, después de tanto tiempo ¡ya estaba en ruta!

Y lloré. Lloré como pocas veces lo había hecho. Lloré de felicidad. Mi ansiedad y nerviosismo se transformaron en despreocupación. Todo sucedió muy distinto a como lo había planeado y eso lo hizo ser maravilloso.

Lo que tanto soñé,  lo que tanto esperé, estaba sucediendo. No podía pedir nada mas.


El momento de la partida

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