sábado, 6 de febrero de 2016

Lugares desconocidos

La primera etapa de este viaje, creo que fue para mí una especie de “entrenamiento”, ya que viajaba en territorio conocido y con un destino fijo.
Siempre supe donde tenía que llegar. Me explico: Salí de Valparaíso y sabía que me esperaban en Constitución. Salí de Constitución y me esperaban en Chiguayante y así sucesivamente. Nunca salí de mi zona de confort.

Fueron bastantes las despedidas; casi muchas. Unas más intensas que otras. En cada ciudad que dejaba, hubo alguna y ¡como las odio! Todas fueron especiales, sin duda, pero no soy bueno para eso. Soy un llorón y además me gusta estar con la gente que quiero, pero esto es un paso fundamental para viajar, como yo lo llamo, liviano de equipaje. Hacer todo lo que tengas que hacer con ellos, decir todo lo que tengas que decirles, no quedarse con nada dentro es muy agradable. Es tan liberador… Casi como contar un secreto que hace mucho tienes guardado.

Pero aún estaba en Chile y eso me tenía intranquilo. Aún no saciaba esa sed de cruzar fronteras, de saber cómo se siente despertar en un lugar donde nunca despertaste, tomar agua de la cual nunca probaste, de respirar el aire que nunca sentiste.

Después de más de mil kilómetros recorriendo tierras conocidas, el verdadero comienzo del viaje se hizo realidad. Estaba en la frontera entre Chile y Argentina y no podía más de la emoción. La entrada a un lugar del cual sabes poco o nada, la sensación de no tener a nadie a quien recurrir si te ocurre algo y de que nadie te espere al final del día, es bastante emocionante.

Colores y yo justo en la frontera de Chile con Argentina. Nuestro primer cruce de los Andes juntos!!

Hoy cumplí mi primera semana en Argentina. Estoy en Chos Malal. Un pueblo al norte de la provincia de Neuquén y estar en un lugar desconocido es alucinante. Lo mejor de todo es que he recibido mucho más de lo que he tenido que entregar. Personas que sin ningún reparo te ofrecen una botella de agua con hielo cuando nunca tuviste más sed, que te abren las puertas de su casa para recibirte como uno más de su familia sin conocerte ni pedirte nada a cambio, que te han tendido una mano cuando las fuerzas ya se han acabado.

Disfrutar del momento y el lugar donde estás, se ha convertido en mi religión. Sin importar a qué lado de alguna frontera te encuentres, siempre habrá cosas que te quitarán el aliento.

Algunos están felices de haber nacido en donde nacieron, otros no. A mí, la verdad, nunca me preguntaron si quería ser chileno. No digo que me arrepienta de haber nacido ahí, pero cuando se comienza a clasificar a la gente por el color de su pasaporte, es cuando quiero dejar de pertenecer a algún lugar, sea cual sea. Que me juzguen como soy, no por mi procedencia. El patriotismo es sólo para la gente que necesita sentir que pertenece a algo para poder estar tranquilos.

Las buenas o malas cosas que te suceden son atraídas por tu energía y sin importar de donde, como ni del color que seamos.

Espero que cosas mejores estén por pasar.

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